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Tiempo de lectura 20 minutos El síndrome de Estocolmo tomó su nombre de un asalto que tuvo lugar, en una sucursal del Banco de Crédito Sueco de Estocolmo, la Sveriges Kreditbank, en agosto de 1973. El asaltante un tal Olsson, era un experto en cajas fuertes, pero las cosas se le complicaron cuando la policía intervino y se atrincheró en una cámara blindada del banco con 4 rehenes, Kristin, Elisabeth, Birgitta y Sven. Olsson se acababa de fugar de una cárcel y enseguida pidió la liberación de su compañero de celda, Oloffson, quién se unió a ellos en el banco. El secuestró se alargó durante 6 días y la liberación levantó una gran expectación, pero también una gran sorpresa pues los rehenes se alzaron en defensa de sus secuestradores frente a posibles actuaciones de las fuerzas del orden y cuando posteriormente se celebró el juicio rehusaron acusarles, declarando que eran personas honestas y después, incluso acudieron a visitarles a la cárcel. Su reacción resultaba inexplicable, de hecho, durante el secuestro el comisario encargado del caso ya había advertido que los funcionarios mostraban una exagerada docilidad hacia sus secuestradores y así, el extraño caso, tuvo una enorme difusión cuando en 1974, el periodista Daniel Lang del New Yorker, relató los detalles del secuestro en aquella cámara, desde los momentos más peligrosos, con amenazas de muerte, hasta los más piadosos cuando los asaltantes habían atendido necesidades de los rehenes, improvisado unos pasos de baile, o compartido la comida que quedaba. Por su parte, el psiquiatra y especialista en criminología Nils Bejerot, estudió a fondo esa peculiar situación de convivencia y declaró que aún si era sorprendente, era totalmente previsible que se tejieran lazos de amistad en tales circunstancias. Bejerot, había hallado el que pasaría a llamarse “Síndrome de Estocolmo”. En febrero de 1974, se producía otro famoso secuestro, cuya víctima acabaría también con un severo Síndrome de Estocolmo. Patricia Hearst la hija de un importante magnate norteamericano fue raptada a los 19 años, por los miembros de un grupo armado. Dos meses después, durante un asalto del Banco Hibernia en San Francisco, las cámaras de vigilancia captarían entre otros asaltantes, a Hearst portando una ametralladora. En lugar de un rescate, el grupúsculo exigió al padre que organizara distribuciones de alimentos para personas necesitadas en la entrada de algunos supermercados (…), y el magnate lo hizo gastándose alrededor de dos millones de dólares. Patricia Hearst saldría tras 18 meses de cautiverio con un evidente síndrome de Estocolmo, pero era aún poco conocido. Pese a su larga y difícil condición de rehén, fue duramente calificada y el juicio arrojó una condena de 7 años de cárcel por su participación en algunos atracos. Afortunadamente, J. Carter rebajó la condena a 2 años. Hearst, escribiría después su autobiografía, donde relata que sufrió torturas y abusos y que sus secuestradores estaban tan convencidos de estar defendiendo una causa justa que lograron convencerla de lo mismo. Su historia inspiró una película y ella, acabó casándose con su guardaespaldas (…). Otro caso distinto pero muy llamativo, ocurrió en 1975, cuando un grupo armado de independentistas secuestró a medio centenar de viajeros en un tren holandés y en años posteriores, se pudo observar este síndrome en los pasajeros de numerosos vuelos secuestrados, sin embargo, estas fueron situaciones de menor gravedad. A medida que un secuestro es más largo en el tiempo y que se producen abusos repetidos, la víctima desarrolla un Estocolmo más acusado y el tratamiento curativo también será más largo y laborioso. Pensemos por ej., en casos graves, como el de Natascha K. que permaneció 8 años aislada, con el contacto exclusivo de su “estimado agresor”. Cuando este murió, Natacha lo lloró y dijo que era una enorme pérdida para ella. Un más reciente y estremecedor caso, es el de Elisabeth F. que salió con 7 hijos tras 24 años de estancia en el sótano donde la encerró Fritzl, su padre. Elisabeth declararía que siempre se había esforzado por ser buena y compasiva con él. El síndrome de Estocolmo, nos permite entender por qué algunas personas transigen con un maltrato, un abuso, o una injusticia, e incluso defienden a quiénes se lo infringen. Ocurre en situaciones, en las que una persona está sometida a un tipo de relación arbitraria, violenta o abusiva y por alguna razón, no cuenta con autonomía para retirarse y protegerse del peligro de las agresiones. Está bajo coacción o al mismo tiempo, bajo dependencia de quien la somete. En tal situación, lograr establecer un acuerdo para que las cosas no vayan a peor, es un triunfo y la víctima, se va a someter a las condiciones de la relación tal y como está impuesta y se va a auto-convencer de que es aceptable, dado “el lado positivo” que tiene. Ahora bien, se trata de un proceso inconsciente, en su origen hay una situación de miedo y ansiedad ante una situación inaceptable y lo que se produce, es una reacción de adaptación. La sumisión, la defensa del agresor, etc., son en realidad estrategias de supervivencia, para protegerse en una situación de la cual no puede desmarcarse. Hay pensamientos contradictorios y una mezcla ambigua de sentimientos de culpa por la propia sumisión y por los impulsos de traición; agradecimiento en compensación, etc. De esta forma cuando el abusador se presta a explicar sus motivos, la víctima estará totalmente dispuesta a entenderlos y a adaptarse a su punto de vista.
Según Edmundo Oliveira, (especialista en Derecho Penal y Victimología), se puede hablar de un síndrome de Estocolmo con sólo dos síntomas que son la simpatía de la victima por el delincuente y la simpatía del delincuente por la víctima. Además, destaca el fenómeno de Frozen Fright, (literalmente, helado.a de miedo). Oliveira explica que cuando una persona está expuesta a un.a dominador.a cuya conducta agrede fuertemente sus normas, esta reacciona disimulando el miedo y mostrándose tranquila y obediente para reducir el choque y poner en marcha mecanismos de defensa. Si la situación de indefensión se prolonga, se instala progresivamente una simpatía y la persona permanece en ese estado de Frozen Fright, se refiere a una especie de embotamiento, torpeza, o sideración. Además de las escenarios de secuestro que hemos visto, también se habla de síndrome de Estocolmo en relación con chantajes, crímenes sexuales, ataques a mano armada, etc., y cuando en algún ámbito, ya sea personal, familiar, académico u otros se producen fenómenos de dominación y maltrato. En el ámbito privado puede darse en el seno de la pareja y en tal caso, si la víctima es una mujer, se suele encuadrar como violencia de género, pero también son numerosos los hombres que se ven sometidos a malos tratos por parte de un.a compañera.o, así como en general, los casos entre distintos miembros de una familia. Tanto en relaciones familiares como de pareja, el síndrome de Estocolmo, puede darse con situaciones de violencia física o psíquica, acoso, amenazas, abusos o humillaciones, entre otros. Habitualmente se produce cuando la persona tiene una relación de convivencia más o menos larga con el.la maltratador.a, y depende del.a otro.a por algún motivo, destacan los fuertes lazos emocionales que se mezclan con sentimientos de indefensión, miedo y culpa. En cuanto al ámbito laboral, es un contexto donde la persona depende de su salario para sobrevivir y por ese motivo, puede llegar a soportar una presión excesiva, o fenómenos de acoso que explicará como siendo normales, o relativos a la personalidad, estrés, necesidades de la productividad, o cuestiones de jerarquía, así por ejemplo, se puede confundir la sumisión, con muestras de lealtad. El hecho es que, si hay una relación de necesidad y la víctima no se atreve o no puede defenderse de su agresor.a, tenderá a negar o a ignorar las agresiones y cuanto más larga y habitual en el tiempo se haga el maltrato, más difícil será modificar la situación.
Por otra parte, el síndrome de Estocolmo implica además la existencia de un TEP o trastorno de estrés post-traumático más o menos marcado. Para redimir, requerirá que la persona afectada tenga la voluntad de salir de su situación y para realizar un tratamiento extenso y un seguimiento con un.a terapeuta especializado.a pues generalmente, se trata de situaciones complejas de abordar, en cuanto a que la víctima puede oscilar en sus apreciaciones, pasando de ver el problema a negarlo, e incluso a menudo, a echarse la culpa. Veíamos además, que a más tiempo de coexistencia más acusado será el síndrome de Estocolmo. En los casos familiares, cuando se vive bajo el mismo techo es importante que la persona pueda salir de la situación de confinamiento con el tirano.a y esté dispuesta a darse cuenta de que padece el problema para realizar el tratamiento de forma constante y con perseverancia, pues con la suficiente voluntad y un buen enfoque terapéutico, son casos perfectamente tratables. Durante el tratamiento, la persona va a comprender su situación cada vez mejor al hablar con su terapeuta y al poder expresar sus sentimientos, podrá salir del círculo vicioso de la culpa. Cabe señalar, que muchas personas que han vivido procesos largos de convivencia, reconocen que nunca podrán cambiar sus sentimientos de simpatía o de admiración (por él o ella), pero con la terapia, entienden que lo que les ha pasado tiene una explicación y aprenden a poner límites, a pedir ayuda, a denunciar si es necesario y a saber alejarse y protegerse.

 

Referencias Edmundo Oliveira, Archivos 2005-1 nº 27 págs 167-171.    

*Acerca del lenguaje inclusivo

Aunque algunas veces considero que se pueden poner ejemplos en femenino y masculino y los pongo; por razones de sentido común, tengo que dejar muchas frases en masculino. Señalar que tales enunciados, incluyen por supuesto a mujeres y/o niñas. El motivo es que, más allá de consideraciones teóricas, usar el lenguaje inclusivo implica en la práctica un ejercicio de acrobacias gramaticales interminable y da, por resultado, textos farragosos y difíciles de leer.

Espero así que disfrutéis de los contenidos sin atascaros en estas cuestiones, pues antes estaba claro que el masculino nos incluía a todos/as, y ahora…. Ya no. surprised

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